domingo, 9 de noviembre de 2008

¿Esperanza Obama?

De momento Obama parece que se decanta por el mismo tipo de discurso que le ha dado el triunfo electoral. El discurso de la esperanza con escasa predisposición a explayarse por discursos más concretos.

Y es que parece que no está la cosa nada bien. Este viernes, tras una suspensión de cotización, GM daba uno de esos warnings de luces rojas que pocas veces se ven. Se trataba ni más ni menos que de la posibilidad de no disponer de capital de caja antes de finalizar el año. Es decir, lo que se conoce como bancarrota. En un entorno ‘normal’, no disponer de dinero de pago a corto plazo, se puede resolver sencillamente con créditos o con una combinación de posibilidades contables y de aplazamiento de pagos. Pero no es una situación normal. El agujero de pérdidas alcanza los 2500 millones de dólares en el cuadrimestre y el mercado de créditos sigue cerrado. ¿Quién va a prestar a algo que posiblemente no pueda sobrevivir?. Quizás si que sobreviva, pero para ello será preciso llevar a cabo un plan muy importante. El problema es que GM no viene sola. A la vez que GM anunciaba sus resultados y su principio de bancarrota, Ford anunciaba otras pérdidas cuatrimestrales de 3000 millones. Y así todo.

No hay que olvidar de la importancia de ello. La caída de una empresa de esas características, aunque sea en forma de suspensión de pagos, supone no pagar a suministradores, industria auxiliar, consultores... y toda una pléyade de empresas que se mueven alrededor. Afortunadamente, en USA, no todas las empresas de automoción productivas son de Detroit y muchas empresas suministran a las fábricas de las marcas japonesas o incluso a la fábrica del gigante Daimler, instaladas en Norteamérica.

Una noticia, quizás intrascendente, me llegaba desde otra fuente y era que en la Venezuela chavista, los concesionarios de GM estaban acumulando automóviles en stock. Ello sería debido o bien a una política de la matriz para intentar maquillar las exportaciones o bien a que ya se sabe que se puede preparar unos cuantos meses en los que las fábricas podrían parar. Desde luego que todo muy tétrico.

A ello se sumaría la cuerda floja sobre la que se estaría moviendo en estos momentos el sector asegurador sanitario. Entre una reducción del empleo y de las empresas, la menor contratación de seguros médicos por parte de las empresas que buscan la disminución de costes, lo mismo que en las economías familiares. No hay que olvidar que 50 millones de norteamericanos no disponen de cobertura médica de ninguna clase y eso no incluye los más pobres incluidos en el Medicaid. Pero a eso se debe sumar los 120 millones que carecen de seguro médico insuficiente. Un seguro para por si se te rompe una pierna o te contagian una gripe pero no para si te diagnostican una enfermedad crónica y menos aún algo más peligroso.

Pero sigamos con Obama. De momento lo que hay que tener claro es que el déficit de la administración se ha disparado por encima del billón de dólares con el famoso plan de rescate. No sólo se trataba de los 700.000 millones del plan, sino también de los 150.000 millones en paquetes absurdos para poder ‘comprar’ a congresistas y senadores para dar dinero extra a los intereses de los lobbies que defienden. Suma y sigue, estamos hablando de 1,3 billones de déficit sin contar con la disminución fiscal que provendría de la reducción de la tasa de actividad. Evidentemente, una de las tareas más importantes del nuevo presidente debería ser la reforma fiscal. Ya ha comentado que aumentaría los impuestos a los ricos que ganasen más de 200.000 dólares anuales, pero la cuestión es donde se va a quedar esa reforma fiscal. Fue el ala de la derecha demócrata, los demócratas liberales pero intelectuales y moderadamente ricos, los que apoyaron a Obama en las primarias, y no los trabajadores faltos de sindicatos o sindicalizados, apoyando a Hillary. Veremos a ver si se atreve a tocar o no a esta casta y en que profundidad lo hace. Evidentemente la reforma fiscal es el primer reto importante y uno de los primeros factores para intentar resolver el embrollo. Pero se necesitan políticas firmes y decididas, atrevidas y contundentes dada la magnitud de la debacle. De la debacle real y no de la maquillada de los datos oficiales.

Seguramente Obama entrará de lleno en la regulación del sistema financiero. Claro que eso se puede hacer de muchas maneras, incluyendo la manera gatopardina de que todo cambie para que todo quede igual. En este aspecto, las conclusiones a través del primer comité de ‘expertos’ de economía de la que se ha rodeado, tiene un cierto tinte de decepción: Rubin, Summer, Volcker, CEOs de algunas multinacionales, el presidente de la Fed de Nueva York... Más de lo mismo y ningún cambio en el horizonte (salvo quizás Buffet que al menos es seguro que no le debe nada a nadie).

No hay que olvidar que a partir de 1930, cuando, los principios de la crisis del 29 empezaron a asomarse, la propia administración Republicana de Hoover, inicio el programa de obras públicas. Gracias al cual se construyó entre otras muchas cosas, la presa Hoover. Aunque los años más duros de la crisis del 29 ocurrieron en 1933 y 1934. La administración Roosevelt se sacó de la manga el programa de poner a la gente a trabajar de cualquier cosa siguiendo. Veremos a ver si hay o no programa de obras públicas para la renovación de infraestructuras. El país realmente lo necesita. Pero no hay dinero y yo creo que tampoco hay capacidad.

Pero no es Obama por lo que parece alguien dispuesto a cambiar mucho en otros aspectos. Obama pasó en la campaña de ir en contra de las escuchas ilegales a votar a favor en el Senado, de mantener el apoyo a la Patriot Act y de apoyar asimismo a la oficina de interior de la CIA, esa que se encarga de trabajo de espionaje en casa contra los propios norteamericanos.

La continuidad en la vía dura en la política externa queda de manifiesto. Su vicepresidente es el sionista declarado Biden, y ahora acaba de elegir a otro de la línea dura, el tal Emanuel. A pesar de la promesa popular de Obama de salir de Irak, queda la capacidad para no cambiar absolutamente nada de la política de apoyo a Israel, de aumentar el empantanamiento en Afganistán y de continuar de mil maneras en otros lugares contra los terroristas enemigos de la patria. No hace mucho que la advertencia contra Irán era que no podía continuar intentando armarse con armas nucleares y apoyando a grupos terroristas. De nuevo lo de las armas de destrucción masiva y considerar terrorista a los clásicos, quizás en referencia a Hetzbollá, que mal que le pese forma parte del rompecabezas del Líbano por derecho propio y legitimidad indiscutible, al menos para quien se esfuerce en conocer la situación interna libanesa.

El mayor problema podría venir en política exterior, precisamente de Rusia. Son los demócratas, siguiendo la estela Brezinsky, quienes consideran a Rusia el principal enemigo de los USA. No en vano, Biden y otros advirtieron que era posible que el liderazgo de Obama se pusiera en práctica ante una crisis importante en los seis primeros meses del año 2009. ¿En que estarán pensando? Sólo dos escenarios son posibles con los rusos: la cuestión de la OTAN con respecto a Ucrania y en menor medida a Georgia, quizás la firma de algún tratado de cesión de Ucrania a la OTAN o algo así, y mucho más peligroso la segunda opción intentaría buscar las casquillas en el Asia Central. El ejército ruso ha demostrado que tiene alta capacidad de respuesta. Esperemos que no vaya por ahí el asunto.

En todo caso, en ningún aspecto, ni en el económico, ni en el exterior ni en el de derechos civiles, Obama ha formulado ni ha realizado ningún movimiento hacia una cambio importante en la política de los USA. Al menos de momento. La esperanza se puede convertir en decepción, incluso para los propios norteamericanos.