domingo, 2 de agosto de 2009

Imperio americano y crisis

Para medir el PIB de un país se miden todos los intercambios comerciales entre los actores económicos. Normalmente estos actores sueles ser el consumo privado, la inversión, el gasto público y el saldo positivo o negativo de la balanza por cuenta corriente con otros países.

Por lo tanto, la medición del PIB y por lo tanto de otros parámetros como productividad, poder adquisitivo, distribución de rentas.... tiene que ver con los precios. Si en USA una vaca vale cuatro veces más que en Argentina, el PIB de las vacas en USA será cuatro veces mayor que en Argentina. Por eso el Banco Mundial, ha tenido que torcer sus intereses e intercalar otras mediciones como el poder adquisitivo de los países.

Pero, ¿por qué los precios son mayores en un sitio que en otro?. El comercio internacional tiene sus barreras proteccionistas. Una por ejemplo es la subvención. Por lo tanto, nos encontramos con unas agriculturas en USA y en la Unión Europea ampliamente subvencionadas que revierten tanto en el sector agropecuario propio como en el propio PIB. Para ello sólo es necesario contar con una moneda fuerte y respetable que pueda servir para ser usada en estos menesteres.

La mayoría de alimentos suelen ser perecederos y por lo tanto, muchos de ellos no entran dentro de los intercambios comerciales internacionales o bien los costes subvencionados finales son tan bajos, sobretodo por tonelada producida, que su transporte desde lejanos países, resulta demasiado caro. Por lo tanto las subvenciones tienen algunas limitaciones. Pero no dejan de ser una medida ampliamente proteccionista. No hay que olvidar que la anterior mega crisis económica mundial, la de 1873-96, fue consecuencia de las exportaciones alimentarias baratas desde países como Argentina, Brasil, Australia o Canadá, la utilización de los transportes, sobretodo el ferrocarril y también la de los buques contenedores. En ese aspecto no es necesario por parte de los países del llamado primer mundo, una operativa proteccionista puesto que ya se ha producido ese proteccionismo en el sector agropecuario.

Para otros sectores como el industrial manufacturero, las barreras de entrada pueden ser cupos a la importación, normativas técnicas o cuestiones de propiedad intelectual y patentes. Salvo que en este caso existen dos problemas en la economía-estado. Por una parte el carácter aprátida de todas las corporaciones globales, y por otra parte la capacidad de adaptación de otros estados o de otras economías locales, a las tecnologías. Lo hemos visto por ejemplo en las fabricaciones de fármacos genéricos en la India o en Brasil.

Para compensar la decadencia manufacturera existen varias estrategias que pueden ir desde la planificación y protección de sectores enteros de producción, la especialización, una alta inversión en I+D como en los países escandinavos o bien otras estrategias menos ortodoxas.

Existen varios factores importantes a la hora de decidir la productividad de los sectores manufactureros. Desde la cercanía o lejanía a los mercados y por lo tanto el precio de los transportes, al precio de la energía, el coste de la mano de obra (tanto el precio económico como las normativas más amplias laborales), el precio del terreno, las infraestructuras de las zonas, la capacidad para estar cerca de proveedores y materias primas, incluso el nivel técnico de la formación del personal.

Un precio del petróleo caro, supone una ventaja para los países industriales, puesto que reduce el componente de los salarios en los costes y por otra parte aumenta el precio de los transportes. Naturalmente si ese coste energético es semejante en todo el mundo. En este caso, los países ricos, también pueden jugar a subvencionar la energía aunque de momento el gran componente energético sigue siendo el petróleo.

Naturalmente en un encarecimiento del petróleo se puede producir una caída del mercado, pero esta caída será mayor en países donde el componente energético tenga un coste superior sobre la estructura de costes, es decir, en un país con rentas del trabajo bajas. Y por lo tanto en un país con bajo PIB. El resultado será un mayor ajuste que en las economías ricas. Salvo en el caso en que el petróleo tenga un bajo componente de uso interno, como puede pasar en la China preautopistas. En la crisis de 1997, que golpeó duramente a los países asiáticos, China no se vio demasiado afectada.

El problema de este esquema proviene de países petroleros y a la vez manufactureros. Sobretodo en países con un equilibrio entre lo que producen en petróleo y lo que necesitan. Una economía así podría ser la rusa salvo por el hecho de que Rusia orienta mucha de su actividad al sector primario extractor y minero y en el sector de semielaborados para la exportación. Por lo tanto, una caída en los mercados externos de exportación supone un dolor de cabeza para economía rusa. Básicamente debido a la dependencia de los precios de las exportaciones primarias del factor monetario del dólar.

El dólar o el euro, desde el punto de vista de monedas fuertes, se convierten por si mismos en ventajas con un alto valor añadido. En el caso del dólar, de una manera incontestable por su papel de moneda de cambio de los mercados de materias primas y de buena parte del comercio internacional.

A ello se suma el poder del sector financiero en ambas zonas. Con la depredación infatigable de los actores financieros para comerse más y más porción de la economía. La financialización de las economías ha sido una constante desde el abandono de la capacidad exportadora. Existiendo a la vez un espejismo resultado de la capacidad de los bancos y otras empresas financieras de aumentar considerablemente sus beneficios. A tal extremo que la constante de las últimas DÉCADAS, ha sido de que el sector financiero ha doblado los beneficios porcentuales de otros sectores como el manufacturero. Lo que ha conllevado una constante en el cambio en la dirección de las inversiones de sectores manufactureros y por lo tanto de tecnología de producto, a sectores no tan complejos. El sector manufacturero requiere de infraestructuras importantes, requiere de mano de obra especializada, de flujos de materiales reales, gestiones complejas de producción, esfuerzos continuos en innovación e investigación tecnológica.... y no asegura, ni mucho menos, alcanzar el nivel de beneficios del sector financiero.

Visto desde este punto de vista algo anda mal en la estructuración económica de las economías de libre mercado. Sobretodo cuando nuevos actores más ligeros y a la vez más productivos, entran en juego. Cuando estos países de mano de obra barata y nulas legislaciones laborales, pasan a países con centros universitarios y de formación así como multinacionales con centros de alta tecnología, se producen algunos graves problemas. Para que uno de estos países del sudeste asiático pase de ser un país agrario a una gran potencia industrial exportadora, ha debido proteger embrionariamente sus empresas de exportación, ahorrar mucho a base de sacrificios de la clase trabajadora tanto en el desarrollo de mercados internos como en el propio caso del desarrollo de legislaciones laborales más ‘occidentales’. Si a ello le sumamos el propio papel de desmantelamiento de la industria propia mediante la globalización de las multinacionales industriales, tenemos un problema. Problema que quizás, se haya iniciado precisamente por la comparativa de rentabilidades del sector manufacturero con respecto al financiero.

El poder hasta ahora de las economías-estado, ha favorecido a las economías más inflacionistas. LA inflación sube los precios y por lo tanto el PIB, siempre y cuando no se produzcan ajustes monetarios posteriores. Y en ese aspecto las monedas fuertes están protegidas, sobretodo el dólar, a pesar por ejemplo de la gran depreciación que tuvo lugar en algunas crisis no tan lejanas. No hay que olvidar que en estos momentos vivimos dentro de los esquemas de economía de cambios flotantes (desde 1971) y que por lo tanto la economía mundo se ha mantenido por una cierta inercia pero ha ido cambiando paulatinamente.

Si el hundimiento de la economía de los países comunistas en los años 90, permitió una cierta recuperación en el porcentaje de la economía USA sobre el total mundial, a la vez que suponía un fortalecimiento del dólar, la política de dólar fuerte basado en cuestiones fiscales y de déficit público equilibrado, solo duró durante la administración Clinton, y con ciertos cuestionamientos reales. El dólar fuerte favorecía un alto poder adquisitivo junto a un petróleo bajo que a la vez servia para reducir los costes internos de transporte y otras cuestiones de estructuración de la economía norteamericana. Pero a la vez servía para que las multinacionales pudieran comprar subsidiarias en otras partes del mundo y deslocalizar por ejemplo a las maquilas centroamericanas. Pero a la vez, no reducía la dependencia de la importaciones desde países avanzados como Japón o Alemania. A lo que se sumaba el despeje de China o de otros países asiáticos.

Sin embargo, a la decadencia lenta pero constante, de la capacidad económica de los USA, se suma el acelerador de las políticas de Bush, quien ha servido de catalizador general de la decadencia manufacturera de los USA. Las políticas de déficit público han supuesto una caída del dólar y por lo tanto una aumento de los costes de materias primas, junto con una decadencia en la propia producción propia de materias primas. Las importaciones manufactureras que deberían reducirse por la reducción del dólar, simplemente han cambiado de origen, desde países como Japón o Alemania a países como China, aunque en el caso de bienes de alto valor añadido, Alemania y Japón siguen manteniendo su alta capacidad. Por lo tanto los USA ni se han beneficiado de los parabienes de un dólar más competitivo, ni han terminado de sacudirse las dependencias externas. Junto a ello la idea de un déficit fiscal importante para beneficio de los ricos que en principio deberían aprovechar sus beneficios fiscales para invertir. Sólo que el significado de inversión en los ricos norteamericanos, ha cambiado precisamente debido a la mucho mayor alta rentabilidad de actividades financieras que a las manufactureras. Consecuentemente se forman inmensas burbujas de dinero digital cuyo componente para la economía real es nulo.

Lo único que aguanta a dicha economía es la propia capacidad de la moneda del dólar para ser sostenida por el resto de la economía mundial, es decir, el papel del dólar en intercambios mundiales donde no estén presentes intereses propiamente norteamericanos. Y sin embargo, ese mismo papel está empezando a ser puesto en duda de una forma relativamente rápida, por muchos de los creadores de riqueza mundial.

Por lo tanto, un supuesto escenario de derrumbe del dólar sería la destrucción completa de una economía sin cimientos y por lo tanto, sus consecuencias podrían ser impresionantes.

El imperio británico, necesitó de la primera guerra mundial para dejar de ser preponderante. Los intentos de querer mantener a la libra con un poder adquisitivo alto, socavaron los cimientos de su economía industrial, ya muy tocada desde la década de 1870, y aunque mantenía un imperio de una forma firme y aún pudo sufrir la resistencia del sangre, sudor y lágrimas de la II Guerra Mundial, el esfuerzo fue demasiado y solo le bastó un desmantelamiento aunque civilizado y ordenado, de su imperio.


Imperio americano y crisis. Mentiras, grandes mentiras, estadísticas y medios de comunicación.

Para medir el PIB de un país se miden todos los intercambios comerciales entre los actores económicos. Normalmente estos actores sueles ser el consumo privado, la inversión, el gasto público y el saldo positivo o negativo de la balanza por cuenta corriente con otros países.

Por lo tanto, la medición del PIB y por lo tanto de otros parámetros como productividad, poder adquisitivo, distribución de rentas.... tiene que ver con los precios. Si en USA una vaca vale cuatro veces más que en Argentina, el PIB de las vacas en USA será cuatro veces mayor que en Argentina. Por eso el Banco Mundial, ha tenido que torcer sus intereses e intercalar otras mediciones como el poder adquisitivo de los países.

Pero, ¿por qué los precios son mayores en un sitio que en otro?. El comercio internacional tiene sus barreras proteccionistas. Una por ejemplo es la subvención. Por lo tanto, nos encontramos con unas agriculturas en USA y en la Unión Europea ampliamente subvencionadas que revierten tanto en el sector agropecuario propio como en el propio PIB. Para ello sólo es necesario contar con una moneda fuerte y respetable que pueda servir para ser usada en estos menesteres.

La mayoría de alimentos suelen ser perecederos y por lo tanto, muchos de ellos no entran dentro de los intercambios comerciales internacionales o bien los costes subvencionados finales son tan bajos, sobretodo por tonelada producida, que su transporte desde lejanos países, resulta demasiado caro. Por lo tanto las subvenciones tienen algunas limitaciones. Pero no dejan de ser una medida ampliamente proteccionista. No hay que olvidar que la anterior mega crisis económica mundial, la de 1873-96, fue consecuencia de las exportaciones alimentarias baratas desde países como Argentina, Brasil, Australia o Canadá, la utilización de los transportes, sobretodo el ferrocarril y también la de los buques contenedores. En ese aspecto no es necesario por parte de los países del llamado primer mundo, una operativa proteccionista puesto que ya se ha producido ese proteccionismo en el sector agropecuario.

Para otros sectores como el industrial manufacturero, las barreras de entrada pueden ser cupos a la importación, normativas técnicas o cuestiones de propiedad intelectual y patentes. Salvo que en este caso existen dos problemas en la economía-estado. Por una parte el carácter aprátida de todas las corporaciones globales, y por otra parte la capacidad de adaptación de otros estados o de otras economías locales, a las tecnologías. Lo hemos visto por ejemplo en las fabricaciones de fármacos genéricos en la India o en Brasil.

Para compensar la decadencia manufacturera existen varias estrategias que pueden ir desde la planificación y protección de sectores enteros de producción, la especialización, una alta inversión en I+D como en los países escandinavos o bien otras estrategias menos ortodoxas.

Existen varios factores importantes a la hora de decidir la productividad de los sectores manufactureros. Desde la cercanía o lejanía a los mercados y por lo tanto el precio de los transportes, al precio de la energía, el coste de la mano de obra (tanto el precio económico como las normativas más amplias laborales), el precio del terreno, las infraestructuras de las zonas, la capacidad para estar cerca de proveedores y materias primas, incluso el nivel técnico de la formación del personal.

Un precio del petróleo caro, supone una ventaja para los países industriales, puesto que reduce el componente de los salarios en los costes y por otra parte aumenta el precio de los transportes. Naturalmente si ese coste energético es semejante en todo el mundo. En este caso, los países ricos, también pueden jugar a subvencionar la energía aunque de momento el gran componente energético sigue siendo el petróleo.

Naturalmente en un encarecimiento del petróleo se puede producir una caída del mercado, pero esta caída será mayor en países donde el componente energético tenga un coste superior sobre la estructura de costes, es decir, en un país con rentas del trabajo bajas. Y por lo tanto en un país con bajo PIB. El resultado será un mayor ajuste que en las economías ricas. Salvo en el caso en que el petróleo tenga un bajo componente de uso interno, como puede pasar en la China preautopistas. En la crisis de 1997, que golpeó duramente a los países asiáticos, China no se vio demasiado afectada.

El problema de este esquema proviene de países petroleros y a la vez manufactureros. Sobretodo en países con un equilibrio entre lo que producen en petróleo y lo que necesitan. Una economía así podría ser la rusa salvo por el hecho de que Rusia orienta mucha de su actividad al sector primario extractor y minero y en el sector de semielaborados para la exportación. Por lo tanto, una caída en los mercados externos de exportación supone un dolor de cabeza para economía rusa. Básicamente debido a la dependencia de los precios de las exportaciones primarias del factor monetario del dólar.

El dólar o el euro, desde el punto de vista de monedas fuertes, se convierten por si mismos en ventajas con un alto valor añadido. En el caso del dólar, de una manera incontestable por su papel de moneda de cambio de los mercados de materias primas y de buena parte del comercio internacional.

A ello se suma el poder del sector financiero en ambas zonas. Con la depredación infatigable de los actores financieros para comerse más y más porción de la economía. La financialización de las economías ha sido una constante desde el abandono de la capacidad exportadora. Existiendo a la vez un espejismo resultado de la capacidad de los bancos y otras empresas financieras de aumentar considerablemente sus beneficios. A tal extremo que la constante de las últimas DÉCADAS, ha sido de que el sector financiero ha doblado los beneficios porcentuales de otros sectores como el manufacturero. Lo que ha conllevado una constante en el cambio en la dirección de las inversiones de sectores manufactureros y por lo tanto de tecnología de producto, a sectores no tan complejos. El sector manufacturero requiere de infraestructuras importantes, requiere de mano de obra especializada, de flujos de materiales reales, gestiones complejas de producción, esfuerzos continuos en innovación e investigación tecnológica.... y no asegura, ni mucho menos, alcanzar el nivel de beneficios del sector financiero.

Visto desde este punto de vista algo anda mal en la estructuración económica de las economías de libre mercado. Sobretodo cuando nuevos actores más ligeros y a la vez más productivos, entran en juego. Cuando estos países de mano de obra barata y nulas legislaciones laborales, pasan a países con centros universitarios y de formación así como multinacionales con centros de alta tecnología, se producen algunos graves problemas. Para que uno de estos países del sudeste asiático pase de ser un país agrario a una gran potencia industrial exportadora, ha debido proteger embrionariamente sus empresas de exportación, ahorrar mucho a base de sacrificios de la clase trabajadora tanto en el desarrollo de mercados internos como en el propio caso del desarrollo de legislaciones laborales más ‘occidentales’. Si a ello le sumamos el propio papel de desmantelamiento de la industria propia mediante la globalización de las multinacionales industriales, tenemos un problema. Problema que quizás, se haya iniciado precisamente por la comparativa de rentabilidades del sector manufacturero con respecto al financiero.

El poder hasta ahora de las economías-estado, ha favorecido a las economías más inflacionistas. LA inflación sube los precios y por lo tanto el PIB, siempre y cuando no se produzcan ajustes monetarios posteriores. Y en ese aspecto las monedas fuertes están protegidas, sobretodo el dólar, a pesar por ejemplo de la gran depreciación que tuvo lugar en algunas crisis no tan lejanas. No hay que olvidar que en estos momentos vivimos dentro de los esquemas de economía de cambios flotantes (desde 1971) y que por lo tanto la economía mundo se ha mantenido por una cierta inercia pero ha ido cambiando paulatinamente.

Si el hundimiento de la economía de los países comunistas en los años 90, permitió una cierta recuperación en el porcentaje de la economía USA sobre el total mundial, a la vez que suponía un fortalecimiento del dólar, la política de dólar fuerte basado en cuestiones fiscales y de déficit público equilibrado, solo duró durante la administración Clinton, y con ciertos cuestionamientos reales. El dólar fuerte favorecía un alto poder adquisitivo junto a un petróleo bajo que a la vez servia para reducir los costes internos de transporte y otras cuestiones de estructuración de la economía norteamericana. Pero a la vez servía para que las multinacionales pudieran comprar subsidiarias en otras partes del mundo y deslocalizar por ejemplo a las maquilas centroamericanas. Pero a la vez, no reducía la dependencia de la importaciones desde países avanzados como Japón o Alemania. A lo que se sumaba el despeje de China o de otros países asiáticos.

Sin embargo, a la decadencia lenta pero constante, de la capacidad económica de los USA, se suma el acelerador de las políticas de Bush, quien ha servido de catalizador general de la decadencia manufacturera de los USA. Las políticas de déficit público han supuesto una caída del dólar y por lo tanto una aumento de los costes de materias primas, junto con una decadencia en la propia producción propia de materias primas. Las importaciones manufactureras que deberían reducirse por la reducción del dólar, simplemente han cambiado de origen, desde países como Japón o Alemania a países como China, aunque en el caso de bienes de alto valor añadido, Alemania y Japón siguen manteniendo su alta capacidad. Por lo tanto los USA ni se han beneficiado de los parabienes de un dólar más competitivo, ni han terminado de sacudirse las dependencias externas. Junto a ello la idea de un déficit fiscal importante para beneficio de los ricos que en principio deberían aprovechar sus beneficios fiscales para invertir. Sólo que el significado de inversión en los ricos norteamericanos, ha cambiado precisamente debido a la mucho mayor alta rentabilidad de actividades financieras que a las manufactureras. Consecuentemente se forman inmensas burbujas de dinero digital cuyo componente para la economía real es nulo.

Lo único que aguanta a dicha economía es la propia capacidad de la moneda del dólar para ser sostenida por el resto de la economía mundial, es decir, el papel del dólar en intercambios mundiales donde no estén presentes intereses propiamente norteamericanos. Y sin embargo, ese mismo papel está empezando a ser puesto en duda de una forma relativamente rápida, por muchos de los creadores de riqueza mundial.

Por lo tanto, un supuesto escenario de derrumbe del dólar sería la destrucción completa de una economía sin cimientos y por lo tanto, sus consecuencias podrían ser impresionantes.

El imperio británico, necesitó de la primera guerra mundial para dejar de ser preponderante. Los intentos de querer mantener a la libra con un poder adquisitivo alto, socavaron los cimientos de su economía industrial, ya muy tocada desde la década de 1870, y aunque mantenía un imperio de una forma firme y aún pudo sufrir la resistencia del sangre, sudor y lágrimas de la II Guerra Mundial, el esfuerzo fue demasiado y solo le bastó un desmantelamiento aunque civilizado y ordenado, de su imperio.