miércoles, 30 de diciembre de 2009

Capitalismo, innovación, industria y parasitos bancarios

A raíz de un artículo en rebelión.org, referente a la visión del capitalismo como depredador impenitente incapaz de crecer salvo a través de la explotación de territorios vírgenes me gustaría desarrollar la idea mas allá de los tópicos del marxismo. O quizás simplemente, explicar lo mismo sin la retórica marxista. Lo que además me lleva a desarrollarlo mas allá de lo tópico, es la recurrencia que se está teniendo a partir de la crisis con dos conceptos como son la industria y la innovación y quizás poder colocar cada cosa en su justo lugar y dimensión pero sin dejar de pensar en la estrecha relación que une la idea marxista del capitalismo explotador con sus límites y con otra cosa que se ha ido desarrollando a su amparo durante los últimos 40 años y que termino por reflexionar como una forma de anti capitalismo parasitario que se puede llamar economía financiera.
Una vez más recurriré al gran Adam Smith para recordar algunos conceptos. El capital para Smith, es junto al trabajo y la tierra las únicas fuentes de riquezas. Cuando Smith habla de capital hay que entenderlo como la organización empresarial actual. Se puede considerar la inversión en capital como la compra de maquinaria, herramientas, infraestructuras… que nos lleva a desarrollar un producto con un ahorro sobre el trabajo. Por supuesto que si algo tiene de malo Smith para los marxistas es la introducción del concepto de fábrica como lugar de trabajo con estaciones especializadas que abre las puertas al trabajo asalariado en contra de los artesanos y gremios de la época. Aunque en defensa de Smith, hay que recalcar que él solo se hace eco de la organización económica que empieza a despuntar en su época. Y que de hecho, ya en la edad media comerciantes y capitalistas han intentado saltar los convencionalismos gremiales encargando trabajos de tejedura a los campesinos por ejemplo.
Pero Smith además nos alecciona con otros principios. En particular con aquel que considera que la rentabilidad media de un país viene dada por los tipos de interés o considera por ejemplo, que una rentabilidad capitalista adecuada podía ser considerada como poco más o menos el doble de este tipo de interés. Esto corresponde poco más o menso con otro principio moderno que indicaría que una empresa debe doblar sus cifras cada siete años. Por supuesto que habría que hablar mucho de estas cifras. Por ejemplo la deuda de un país puede necesitar intereses más elevados si debe ser colocada en el extranjero y si no tiene una buena recomendación. Pero lo interesante de Smith esta precisamente en considerar que existen, aunque no los cuantifique en detalle, unos límites en el beneficio del capital. Y que estos límites no están muy alejados de la media de crecimiento de un país. Y eso estando hablando de economías en crecimiento donde la oferta de objetos es menor de la demanda y por lo tanto es factible ir capitalizando las necesidades de la sociedad.
Aquí es donde podemos introducir el papel de la innovación en su papel dinámico del capitalismo. Es cuando un adelanto explosivo puede saltarse las reglas anteriores y producir un aumento de demanda impresionante que suponga grades beneficios. En el artículo de rebelión.org, no se tiene en cuenta este papel de la innovación en el capitalismo, pero en muchos casos tampoco se tiene en cuenta esta innovación y desarrollo dentro del propio capitalismo. Es más fácil y sencillo explotar territorios vírgenes nuevos, con técnicas ya probadas y bajos riesgos. Porque no hay que olvidar que la I+D tiene riesgos aparte de ser cara. Y además no toda la i+D es igual. Existe la investigación en nuevos productos, también la de nuevos procesos, o la de adaptación de productos. Los nuevos productos son aquellos capaces de cambiar los hábitos de consumo de los clientes. Aquellos productos que crean nuevas necesidades completamente nuevas capaces de hacer que el consumidor los incorpore a su balance de gastos. Lo hemos visto recientemente con los móviles, con internet, con las consolas… anteriormente habían sido los ordenadores, los CDs, con la cacharrería electrónica… anteriormente con la lavadora, la aspiradora o la nevera… anteriormente con el automóvil, el teléfono… o con la bombilla. No todos los nuevos productos son iguales. Unos pocos son completamente nuevos, otros sustituyen mejorando las necesidades que cubrían otros (la tele en color sustituye a la de blanco y negro y la pantalla de plasma al tubo catódico), otros productos sirven para adaptar una necesidad a otro medio (el móvil lleva la telefonía de fija a personal, el GPS lleva el guía preciso a la guantera…). Otras muchas innovaciones son mucho más modestas, adaptaciones de formas, de tamaños, de uso, combinaciones de varias necesidades…
Lo importante es considerar a nivel económico la diferencia entre lo que supone una mejora de productividad, costes o precios (innovación de procesos y del producto ya en venta), lo que supone una innovación en la estructura de gasto de consumo (nuevo producto completamente nuevo y rompedor), lo que supone una mejora en las comodidades de algo que ya está hecho (nuevo producto más adaptado, cómodo, sustitutivo con mas prestaciones, calidad… que cubre la misma necesidad).
Todo ello hace del capitalismo un motor de crecimiento aunque también hay que considerar los beneficios que comporta. La innovación, en muchos casos no supone una ventaja rompedora sino una necesidad de supervivencia. Todo depende de qué tipo de innovación estemos desarrollando. Al investigación en la adaptación de un producto a un nicho puede estar en competencia directa con lo que esta realizando en innovación la empresa de al lado o la de la china. Y a veces solo supone mantener las cuotas de ventas que ya teníamos. En otros casos la I+D puede llevarnos a productos invendibles o descubrimos que hemos tirado tiempo y dinero porque sencillamente el mercado ha ido por otro camino.
Pero hay dos factores interesantes en todo ello. En primer lugar la existencia de unos cuantos productos que resultan rompedores de vez en cuando y que suponen los cambios en la estructura de gastos. Por ejemplo internet supone la entrada de una cuenta periódica de gasto en ADSL, cuestión que no existía hace por ejemplo 15 años. No siempre tiene que ser algo novedoso, como en el caso del automóvil barato para clases medias, el Ford T, lo cual supuso para estas clases medias la necesidad de gastar una parte de su renta cada X años en renovar su vehículo. Hoy en día tenemos una serie de facturas periódicas inexistentes hace 200 años: electricidad, teléfono, gas… Para que se pueda producir la entrada de un nuevo producto en la estructura de gastos de la renta media debe producirse un segundo factor, las mejoras de las productividades de los productos maduros, empezando por los productos más necesarios como los agropecuarios. En el siglo XVI, el 80% trabajaba en el campo (no necesariamente en la tierra). Para que la economía funcionara, este 80% debía producir alimentos para sí mismos y para el 20% restante de la sociedad. El 20% restante (aunque muchos eran ociosos aristócratas o religiosos), solo podían colocar en el mercado del campo los productos k la baja renta campesina podía comprar a la vez k al ser limitado a un 20% los productos no podían ser demasiados. Esto no era en realidad tan rígido ya que muchas comunidades campesinas eran antárticas y que parte de la producción también se producía en el propio campo. Pero deja clara la idea de que si no hay una mejora considerable en la producción agraria es bastante difícil alimentar a contingente no campesinos. Lo cual supone una mejora considerable en la productividad. Hoy en día solo uno de cada 30 trabajadores en las economías desarrolladas, se dedica al campo y por lo tanto solo una treintava parte de la renta media iría a parar al gasto alimentario (esto no es así del todo porque se deben considerar otras distribuciones como el gasto público referente a la renta media y sobre todo las cuestiones de distribución y preparado alimentario relacionado con el precio final del consumidor. Si consideramos la gente que se dedica a la industria alimentaria para su transformación, los trabajadores en la distribución y en la comercialización podemos multiplicar por cuatro o cinco los costes y el trabajo real de los productos agropecuarios finales). Esta reducción continuada en los gastos de renta en productos agrarios es lo que permite por ejemplo que las familias compren un automóvil. Pero para ello se debe producir un equilibrio según el cual el mercado laboral y empresarial distribuye sus rentas en función de lo que produce cada sector en unos equilibrios finales que deben ajustarse a las condiciones generales. 1000 personas no pueden fabricar automóviles cuando solo hay merado para el trabajo de 100. O lo que se gana en un sector no puede ser muy elevado si el equilibrio entre la mano de obra que ocupa y la distribución de lo que fabrica no es adecuado con respecto al resto de los sectores. Por ello mismo el capitalismo tiene límites. Donde el crecimiento de una economía vendría dado por una serie de factores limitados, el aumento de la población, el aumento de la productividad general (o la capacidad de crear productos nuevos) y la capacidad para obtener beneficios en economías externas.
Hasta ahora solo he considerado a la industria, o lo que es lo mismo, los creadores de productos tangibles (incluiría por tanto los agrarios como he mencionado pero también por ejemplo la construcción, tanto de inmuebles como de infraestructuras). Se trata de crear cosas y sin embargo si miramos los porcentajes de la industria, agricultura y construcción en el total global de la economía queda deslucido por el total de los servicios. Cierto es que la industria, por ejemplo, se ha dedicado a exteriorizar en las últimas décadas y que algunas de sus actividades de siempre ahora son servicios. Por una parte, el segurata o el camionero en nómina en la industria ahora pertenecen a Prosegur o a transportes Pepe, que la contabilidad la lleva una asesoría en lugar de varios empleados, que el diseño o la ingeniería se deja a empresas especializadas y así podríamos seguir. El transporte o el comercio forman parte de las cadenas de productos y se computan como de servicios, y existen un montón de empresas más pequeñas dedicadas a instalaciones en domicilio, revisiones, reparaciones…. También los nuevos sectores en expansión favorecen más los servicios, el taller mecánico desplazado por el programador de software… En muchos casos la industria empequeñece porque se concentra, en otros porque la nueva industria se hace con ordenadores y no con tornos y fresadoras (salvo en procesos de CME/Cae). Tal como están las cosas, se podría producir una división final de actividades entre empresas que se dedicarían únicamente al diseño, creación y comercialización de productos, y empresas industriales, flexibles, que podrían producir por encargo y donde su leiv motiv debería ser crear métodos de producción más flexibles y menos costosos. Pero no siempre se puede llegar a separar la actividad del producto y siempre se puede optar por producir marcas blancas o bien a vender diseños o secretos de producto.
Hasta aquí hemos tocado cuestiones de economía real. Pero a veces resulta que la economía productiva no coincide con los datos macros. El distorsionador es algo parasitario llamado economía financiera, encabezada por las entidades bancarias. El papel histórico de los bancos se ha limitado a guardar ahorros y conceder créditos. Sin embargo, desde siempre, han tenido una portentosa imaginación para crear nuevos productos o servicios. Uno de los pasos lógicos es que si se dedican a conseguir capitales para las empresas, participen también en los mercados de capital ya sea los clásicos de acciones y bonos como cualquiera nuevo que nos podamos inventar. Lo que hemos visto en los últimos 40 años ha sido el aumento continuado de productos y servicios financieros nuevos, que en realidad no aportan ningún valor real a la economía. Ni siquiera en el sentido capitalista de crear necesidades nuevas y absurdas para crear nuevos mercados, podemos encontrar una justificación económica real. Salvo la justificación de mejorar los beneficios. Recordemos el principio del artículo glosando a Smith, considerando los beneficios razonables del capital. Pues bien, los beneficios financieros han tendido a doblar los beneficios empresariales no financieros durante estas últimas décadas. Eso quiere decir un crecimiento del sector financiero relativo con respecto al pastel total de la economía. No es en vano que los bancos españoles por ejemplo, renunciaran a sus participaciones históricas industriales en hace una década. La industria y la economía productiva no podían alcanzar las cifras de beneficio de las finanzas.
Pero esto tiene varios trucos sobre los que se han basado como es la impresión de dinero sobretodo en Usa, sin control y generando grandes déficits, o la desregulación que permite el aumento de los endeudamientos. La deuda ha sido el motor sobre el que se ha generado el crecimiento. Deuda que iba a parar a los propios mercados financieros o a las burbujas generadas por estos. El endeudamiento en el inmobiliario servía para alimentar la burbuja de CDSs o de productos de inversión de tipo financiero. Pero este tipo de economía es ante todo una economía no capitalista, incluso anticapitalista donde los ahorros ya no van a la inversión en activos productivos sino en productos financieros con mayor beneficio alimentados por la espectacular burbuja creada a las afueras del sistema capitalista incluyendo la creación de nuevos productos y mercados (derivados, CDSs, mercados de commodities, mercados de derivados sobre productos alimentarios, energéticos, materias primas, fondos de inversión, sicavs, socimis, hedge funds… ), cuya finalidad no es crear riqueza en el sentido de Smith, sino hacernos creer que la inmensa cantidad de dinero creado, ya sea por déficits públicos, bajos tipos de interés o endeudamiento, corresponde a riqueza real. Dado además el reducido número de trabajadores del sector financiero, la reducción de rentas en general ha sido la correspondiente a la introducción tan exitosa de estos productos en los mercados económicos. Sin embargo, precisamente esta reducción en la distribución de las rentas del trabajo por rentas de capital (financiero), junto con el límite del endeudamiento hace que el sistema no sea sostenible.