domingo, 20 de abril de 2008

Javier Sardà y la telebasura. Los debates de la tele.


He de confesar que durante mucho tiempo fue fan de Crónicas Marcianas. No es que lo pudiera ver todos los días ni nada de eso, pero a veces podía tener una temporada donde veía al menos una parte sustancial.

Una de las cuestiones que no entendía entonces era lo de telebasura. Javier Sardà, apoyado por un equipo de realización impresionante, por guiones muy preparados, y por colaboradores inestimables, montaban la comparsa de un espectáculo ágil, entretenido, rompedor, irreverente y burlesco. Quizás buena parte del éxito estaba precisamente en su carácter burlesco y antitradicionalista. Esos gestos y lenguajes que atraían a una parte de la audiencia no conservadora, confundiendo libertad con libertinaje, socialismo con anticlericalismo, revolución con irreverencia... Sin embargo, a mí, a pesar de todo, siempre me pareció simplemente un espectáculo televisivo de impecable factura. No llegaba a entender alguna vez en el que el tal Javier salía por la pantallita con gesto serio diciendo que él no se dejaba presionar por nadie. Como si las voraces fauces de la censura de conservadurismo fascista estuvieran a punto de engullirle.

Quizás si que tuvo llamadas desde algunas instancias gubernamentales o de poder, o váyase a saber. Eran los tiempos de Aznar. Pero claro, ese tipo de llamadas la tienen una gran parte de responsables televisivos. Por llamar que no quede. Y nunca entendí que es lo que podía haber dicho Sardà para tamaño toque de atención. Aparte de los gestos despectivos, groseros, atrevidos, desinhibidos y casi siempre merecidos, hacia unas formas de la llamada derechona, nunca encontré a Sardà como algo especialmente peligroso para nadie y mucho menos para Aznar. Incluso cuando en el plató se empezó a llenar de pancartas de NO A LA GUERRA, la iniciativa ya estaba en la calle desde hacia tiempo y lo único que había hecho Sardà era sumarse al clamor popular.

Por lo tanto, la conclusión era que no era el león tan fiero ni como lo pintan ni como decía que le querían ver pintado. Trasgresor sí, peligroso nunca. Y por encima de todo viviendo por y para el share y el espectáculo.

Todo eso es lo que pensaba. Algo inocente o al menos suficientemente inocente y no acertaba a ver porqué se le colgaba el sambenito de telebasura.

Ahora, años después, ya se porqué era telebasura. Y quizás una de las mayores telebasuras que jamás han existido. No por el efecto que me pudiera causar en mi mente blandeante, sino en el colectivo social.

Crónicas Marcianas era simplemente un programa de entrenamiento. Un programa educativo. El programa para educar a las masas en algo que después ha pasado a ser más serio.

Ya hubo algún intento de incorporar algunos debates serios tras debates banales en los coloquios de aquella famosa mesa redonda. Pero no terminaron de fructificar. Aquello era lo importante. Preparar a las masas para le tipo de debates que después vendrían detrás. Debates más serios o al menos que parecían de temática más seria.

Los debates que protagonizaban personajes tan frikis y divertidos como los matamoros, tamaras, arlequines, enriques del pozo y semejantes sobre temas completamente banales cuya única intención era acostumbrar a una audiencia de una sector sociológico muy concreto a un tipo de debate televisivo.

Lo importante de este tipo de debates no era el tema, eran las peleas, el sarao que se montaba, la diversión del debate espectáculo. A ver quien la soltaba más gorda. Este tipo de educación para el debate es el paso previo para los debates posteriores como en programillas de debate espectáculo, pero esta vez de temas más serios como 59 segundos. Era necesario que Crónicas se retirara para dejar paso a este tipo de manipulaciones televisivas. Su papel educativo ya estaba hecho.

Junto con los debates de la mañana de temas políticos pero con el mismo ingrediente de espectáculo dirigidos por María Teresa Campos, y de factura algo más tardía, se buscaba la educación de una parte de la audiencia para integrarlos en un modo de educación de masas de tipo emocional para temas más serios. Muchos de los tirititeros pseudoperiodistas que luego llenan lo que parecen debates serios, como Sopena, Sansebastián, Raholas y semejantes, salen del esperpéntico circo televisado de María Teresa Campos.

La idea básica del debate televisivo es que existen tres tipos de debates, al menos los que yo atino a ver. El primer debate es el clásico. El que reúne a una serie de académicos, o personal con experiencia vital, donde se respetan los turnos y donde hay un intercambio de puntos de vista. Es lo que se puede aproximar más a un debate constructivo. Naturalmente puede haber alguna discrepancia pero por regla general se respetan turnos y no se ve al resto de contertulios como enemigos dialécticos, sino como personas con otros puntos de vista. Este debate suele ir acompañado de elementos relajantes, sillones cómodos que hacen que los tertulianos no se muestren a la defensiva, en parte con posibilidad de verse las piernas por ejemplo o en el caso de no tener que distribuirse en una mesa en U. Incluso en este caso, las posiciones de la mesa no están estudiadas para crear dos bandos. Es lo que se llama debate constructivo.

Existe un segundo tipo de debate, menos utilizado que consiste en debates de refuerzo. En este tipo de debates no hay discrepancias, los invitados son de semejante perfil y si discrepan se trata de cuestiones nimias. Se trata de debates de refuerzo de una posición o punto de vista y no tienen ningún tipo de interés constructivo. Solo de refuerzo ideológico de los puntos de vista propios. Son el tipo de debate que se utilizan en la COPE o en Intereconomía por ejemplo pero también en muchos casos en el grupo Prisa. Cada uno con un componente diferencial en cuanto a planteamiento pseudopolítico.

Por el contrario, en el debate espectáculo, el que parte de las ideas puestas en marcha desde la telebasura de Javier Sardà, lo que se intenta ante todo es crear división. Lo importante es el refuerzo de las posiciones propias desde el propio punto de vista de identificarse con alguno de los dos bandos. En este caso, es habitual por ejemplo, mesas en forma de U que dividan en dos bandos a los contertulios, sillas de respaldo alto para forzar posiciones sentadas hacia delante, es decir, más ofensivas, más iluminación menos relajante, ritmos más ágiles... todo pensado para fomentar la discusión y la división desde un principio. El campo de experimentación y de educación de Crónicas Marcianas ayuda a implementar todo este tipo de debata.

La idea principal del debate espectáculo, jamás será la de hacer entender alguna situación compleja. Tampoco la de crear un entorno de crítica constructiva o de explicación de las cuestiones de fondo. Se trata sencillamente de adoctrinas a las masas semianalfabetas o analfabetas funcionales, en la toma de posiciones en asuntos complejos mediante la identificación con bandos enfrentados.

La diferencia esencial con respecto a los debates constructivos está en el tipo de público al cual va dirigido. SI en el primer caso tendríamos minorías intelectualoides, en el segundo tenemos parte de las masas analfabetas. En el primer caso podemos alcanzar cuotas de pantalla y share del 5%, en el segundo del 20% o más. La idea es crear espectáculo por una parte y manipular emocionalmente a las masas analfabetas por medio de la identificación en bandos. Para crear a la tribu es necesario crear al enemigo. La educación para el bipartidismo deja la capacidad para la opción primaria de identificarse con dos partes diferenciales pero sin entrar en el fondo de los problemas. Las dos partes o ideologías se diferencian por detalles sociológicos que les llevan a emplear mensajes y maneras diferentes para sus clientelas, pero que no critican de forma seria, ni aún por casualidad, al propio sistema.

De esta forma de manipulación de la información y de creación de los debates, por medio de llevar los temas que parecen ser importantes a la arena del espectáculo, se deja la sensación de que los temas pudieran haber sido tratados cuando en el fondo lo único de lo que se trata es del posicionamiento de los detalles y la identificación en las diferencias menores. Es decir, hacer ver que se ha debatido cuando no es en absoluto cierto.

En la mayoría de los casos, se entra en el intento de debate espectáculo en temas complejos con una frivolidad espantosa. Es la educación de las masas para que todos puedan pensar en temas complejos aunque no tengan ni idea. Se trata de la democratización de las posturas y las opiniones, cuando en el fondo se trata de inculcar opiniones sencillas y tópicas, en muchos casos erróneas pero fáciles de asimilar, por las masas analfabetas.

Las masas de analfabetismo funcional que en USA alcanzan el 80% y en España cifras cercanas, difieren de la intelectualidad en los tipos de lenguaje y tipos de mensaje. La forma de inculcar opiniones sencillas sobre temas complejos da la sensación a las masas analfabetas de tener una opinión inicial y de esa manera vacunarse contra la lenta lluvia intelectual que en otro tiempo puede suponer una beneficiosa labor de influencia sobre las masas.

La televisión y los debates espectáculos cortocircuitan la influencia de la minoría intelectual y supone el entrenamiento educativo de las poblaciones antes cuestiones complejas. Teniendo una opinión previa es más difícil que los intelectuales influyan sobre las masas. Y a la vez se acostumbra a las masas a las opiniones previamente estudiadas que puedan posicionar adecuadamente a la mayoría de población, es decir, al analfabetismo funcional.

En algún caso reciente he podido observar algún debate de Vértice 360, o algo así, dirigido por un tal R. Arce como presentador. En tal experimento, se incluían unos pocos expertos dentro de la mayoría de tirititeros mediáticos conocidos. Por ejemplo colocar a un catedrático ajeno a los medios o algún intelectual con algún estudio serio a la espalda, junto a los pseudoperiodista de siempre.

El resultado parecía muy interesante.
Por una parte la diferencia de estilos en la presentación de los temas. Queda claro la falta de reflejos y en general de experiencia de los expertos de verdad frente a los expertillos titiriteros de siempre. En este último caso, los reflejos de la experiencia en los trucos del debate en los medios, podía actuar de forma contundente cortando argumentaciones brillantes con simples argumentos de tirititeros experimentados. Estos titititeros capaces de hablar un día de física nuclear y al siguiente de botánica andina, sin ruborizarse y haciendo ver que saben, podían acorralar con argumentos dialécticos de este tipo de debates basura a los que de verdad sabían del tema.

En cierta manera existían otros aspectos de descuido, como el error en el tipo de lenguaje. El lenguaje de un catedrático o un experto intelectual en la tele ante esta pandilla de titiriteros frikis, insiste en el uso de términos técnicos y lenguaje y usos complejos, que no son seguidos por el público analfabético. Sabiendo de su superioridad en la capacidad de poder llegar al telespectador más que en personas que se empeñan en continuar con un tipo de lenguaje academiscista, los tirititeros son capaces de creerse que sus argumentaciones son las buenas, pero lo peor es que son capaces de hacer creer al público que ellos saben más y que sus argumentaciones son realmente válidas.

Me sorprendió un catedrático o algo así en dicho debate, que se plantó enseguida tomando el camino de la denuncia, denunciando algo tan real como que estos pseudoperiodistas pueden hacer ver que saben pero en realidad no tienen ni idea. Denunciando a alguien que había argumentado los argumentos científicos de este buen hombre con argumentos televisivos de tópicos absurdos. La evidencia de que las mentiras dichas mil veces no son verdad, pero lo empiezan a parecer. Me pareció notable la denuncia que hizo desde su posición de minoría, estando mucho más tirititeros presentes que expertos, con una argumentación tan clara y contundente que era innegable. Y es que hay que denunciar esta capacidad de manipulación de la información y de la opinión desde este tipo de debates espectáculo de televasura y sobretodo ser contundentes con quienes se lo creen denunciando el analfabetismo del que hacen gala por dejarse engañar y manipular tan fácilmente.

Aunque las ideas de manipulación y división de las masas por el conocimiento no son nuevas, ya lo decía Platón en su República, si lo son los elementos de manipulación de opinión y de desinformación por medio de los medios de comunicación de masas.

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