jueves, 26 de febrero de 2009

Innovando

Se dice que los recursos de la agencia especial para la innovación en Catalunya, ACC10, que surge de la unión del CIDEM y del COPCA, apenas tiene capacidad para atender a un 10% de las demandas de sus servicios.

La ACC10 tiene varias capacidades, desde la gestión de subvenciones a la atención de ideas de emprendedores. Se pueden realizar diagnósticos para las empresas o acceder a la transferencia de tecnología, o ayudas a la internalización.

Se ve que por una parte el Govern, se ha puesto las pilas y ha integrado algo que es útil, junto con la neura de las empresas de que vista la crisis lo mejor de todo es innovar. Digamos que las empresas le han visto las orejas al lobo y como borreguillos han ido todas juntas hacia donde el mercado marca la moda. Innovar pues a innovar. ‘Dicen que es la única manera de salir de esto, eso dicen’.

También es cierto que la crisis deja sin trabajo a mucha gente incluido gente muy preparada y capacitada para intentar montarse una empresa con el seguro del paro cobrado de forma íntegra. Supongo que debe de haber de todo.

Ahora bien, me gustaría analizar la cuestión referente a la innovación en la economía y las cuestiones relacionadas con el actual momento delicado económico.

Lo primero considerar lo que es la innovación o el I+D a día de hoy. En principio este I+D+i, incluye muchas más cosas de las que en principio podría parecer. Personalmente suelo ponerlos en varios escalones diferentes.

-Existen los grandes descubrimientos que terminan por cambiar la vida de la gente. Quizás se basan en aspectos revolucionarios de investigación básica o en muchos casos no tienen porqué. Pongamos por caso dos de los casos de innovación absoluta de los últimas décadas: internet y la telefonía móvil. En ambos casos se trata de desarrollos, muy posiblemente desde investigaciones militares y/o universitarias, de planteamientos que terminan teniendo aplicación universal. Pero ello no se consigue de la noche a la mañana ni de un día para otro ni sin el apoyo de los medios públicos ni sin un pool de empresas de alta tecnología invirtiendo muchos años y atacando distintos ángulos del proyecto.
A efectos económicos hay que considerar también como ha afectado al consumo global. Hoy parece casi imposible que estos dos ‘inventos’ no puedan estar en los presupuestos familiares de las rentas medias occidentales (quizás por eso lo pongo al ser los ejemplos más claros).
Se ha producido con ello una evolución cultural también de consumo. El llevar el móvil siempre que se sale, estar siempre localizable, leer los correos y enviar archivos, acceso a la información e intercomunicación e interactuación a distancia.

Estos dos inventos quizás sean los más claros a la hora de plantear dos cuestiones: los cambios culturales que han producido y por otra parte la distribución en los gastos de presupuesto familiar convirtiéndose en muchos casos, en un gasto ‘imprescindible’.

Este doble aspecto, en la capacidad cultural de consumo y en la capacidad de cambio de consumo y su incidencia en el gasto son básicos a la hora de entender otros procesos de innovación a esta escala o en otra escala.

-En otras escala podemos tener la innovación de hacer lo mismo de una manera diferente. Se supone de una manera más eficaz o eficiente o dicho de otro modo mejor o/y más barata. Aquí quizás deberíamos plantearnos dividir efectivamente y claramente la diferencia entre innovaciones para mejoras productivas y las mejoras que suponen acumular nuevas prestaciones o mejoras en el producto. No me estoy refiriendo a mejoras rompedoras pero si por ejemplo a la capacidad para juntar varias utilidades que antes iban en productos diferentes a uno solo, o cambiar la forma sin variar la utilidad para adaptarla a otra cosa también (un mismo producto ahora sirve para varias cosas, por ejemplo una bicicleta que antes solo iba por carretera ahora puede ir por carretera y montaña). O quizás mejorar las formas de uso, haciéndolo más sencillo o más cómodo, por ejemplo las ventanillas de los automóviles que antes bajaban con manivela y ahora con botoncitos.

Sin embargo ninguna de las innovaciones anteriores suponen una ruptura cultural o en el consumo. Las llamada siete herramientas de la innovación para ‘mejorar’ suponen simplemente una adaptación del producto a mejoras, entornos, especializaciones, modas, comodidades...

Pero es importante considerar que todo ello supone al contrario que las grandes innovaciones, una adaptación a la demanda ‘cultural’ de la demanda. La demanda puede querer cosas nuevas, más cómodas, adaptar las grandes innovaciones a sus necesidades... (es un tema bastante más largo y no quería ir por aquí).

Sin embargo es importante anotar el impacto en este tipo de innovación en la renta. Si bien es posible que una minoría quiera las mejoras de inmediato pagando un poco más por tener ‘lo último’, la competencia, la necesidad de estar en lo último y de llegar a todo el mercado, tiende a que la ‘innovación’ sustituya a lo anterior dejando el mismo precio relativo a la renta. O al menos se intenta.

El juego de rentas es bastante importante en este aspecto. Una demanda puede considerar un % de gasto en tal utilidad la cual es satisfecha por una serie de productos (sustitutivos, complementarios...) pero por regla general lo lógico es que esa utilidad sea cubierta con menos renta dejando sitio a nuevas utilidades. El juego relativo del valor y del precio en las utilidades y demandas basadas a la vez en la distribución de rentas.

Si sacamos un producto innovador como la telefonía móvil e internet, es posible que mi gasto en telecomunicaciones pase de un por ejemplo 3% de mi gasto de renta, a un 7%, lo cual quiere decir que he tenido que dejar de consumir un 4% en otra cosa. Se supone que en muchos casos, la ‘innovación’ del coste, va dejando este hueco que debe ser cubierto con otro producto o con el ahorro. (Aunque no creo que en la mayoría de los casos las cuestiones de renta tengan algo de racional). Y sino con productos de lujo. Pero con el tiempo existe la tendencia a que en términos de renta real, se vaya reduciendo los precios en productos que simplemente mejoran algo la comodidad, especialización... pero no la utilidad en si misma.

Este juego entre innovación-variación cultural-rentas, es un juego complejo y sin posibilidad de ser desgajado, o al menos de una forma importante.

Si que es verdad que quien no siga invirtiendo en innovación y no presente los productos con mejoras al final de la crisis, puede tener serias dificultades para sobrevivir pero se trata ante todo de una cuestión de competitividad dentro de un mundo global pero sobretodo, en estos momentos de caída de las rentas.

Las familias se aprietan el cinturón y eso hace que se racionalice el consumo. Las utilidades que vayan más allá de unos costes de renta no permisibles no tienen cabida. Aquí se aplicaría una especie de pirámide de utilidades semejante a la de Maslow, y en tiempos de crisis los productos de demanda primaria mantienen la demanda rígida incluso se aumenta su demanda sustituyendo los más caros por los más baratos, por decirlo de alguna manera, la pasta o el arroz en lugar de los delicatessen o los platos preparados (aunque de momento no hay problemas de hambre en los mercados occidentales por más que 31 millones de norteamericanos dependan de los cupones para comer diariamente). Y de la misma manera los gastos pueden ser solo los necesarios y por lo tanto se miran dos veces, lo que sea más cómodo o útil pero a mejores precios.

Naturalmente no todo sigue el mismo proceso y existen rentas altas que no cambian o si lo hacen varían en función de ciertas modas. A la vez que la demanda de las empresas, siempre mucho más racional que la demanda del consumidor global, tiende de igual manera a reducir costes por una parte y a buscar mejoras en las calidades (entendidas aquí como insumos de utilidades agregadas), a mejor precio.

El problema aquí está en el tipo de economía que tenemos en España y su relación con la globalización. Si es cierto que estamos en una crisis de largo recorrido de tipo marxista, es decir, de sobresaturación de la oferta, y de reducción de los márgenes en las manufacturas occidentales (frente a la competencia de los países emergentes), cuestión que lleva arrastrándose desde principios de los años 70, la economía occidental ha intentado luchar contra esta competencia mediante aumentos en la calidad y en la innovación. Pero a la vez, las exportadoras asiáticas también han tendido a buscar mejoras en innovación. En España, que ha perdido el rumbo en estos aspectos frente a países como Corea o Taiwán y ya no digamos Alemania o Japón, se ha intentado buscar la reducción de costes mediante, sobretodo de tipo laboral, lo que a la vez puede restringir el mercado interno. España no es un país exportador y aunque lo intente se encuentra con la competencia de numerosos países exportadores en muchos apartados, incluso aquellos con mano de obra barata y mejores ratios de innovación.

El salto que debería dar el país debería ser completamente radical, acercándose, incluso superando, los niveles de inversión equivalentes de los países escandinavos, por ejemplo. Pero ello supone un radical cambio cultural que no se puede conseguir de la noche a la mañana. A la vez tampoco se puede conseguir el acceso a mercados nuevos (sobretodo cuando están en contracción y la competencia global es demasiado fuerte)...

Apostar por la innovación, la I+D, es necesario pero no es la panacea ni la solución. Y mucho menos es la solución a corto plazo. Que durante décadas, la I+D+i haya sido olvidada y que las manufacturas españolas estén donde están gracias a ello, no se soluciona con políticas de corto plazo ni de tipo electoralistas. Ni tampoco se puede pretender un cambio rápido y descomunal en la cultura empresarial. Recordar que las inversiones en I+D+i son las más poco fiables a la hora de garantizar los retornos (en muchos casos por el poco estudio de los proyectos, su subrevaloración o por la propia dinámica global de la competencia).

Si bien es necesario poner las bases sólidas para conseguir un cambio importante con el tiempo, no se puede esperar que sea la solución a una crisis aunque sea una crisis de años como ésta. A pesar de que posiblemente haya proyectos brillantes que pueden y deben tener un éxito rotundo en los mercados, al menos en los mercados locales y regionales. Es necesario políticas económicas que tengan mucho más que ver con la realidad y no con sueños de políticos estúpidos, inútiles y corruptos y de modas pasajeras que surgen de no se sabe donde.

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