miércoles, 9 de abril de 2008

Apagar la estúpida llama olímpica.

Los chinos deberían dejarse de tonterías occidentales. Me explico. Era un sueño de Deng poder ver las Olimpiadas en su país antes de morirse. No pudo ser. Pero significaba para el autor de las reformas chinas desde los años 70, ver como su país se convertía en un país respetado y respetable, capaz de realizar un evento de este tipo, de carácter internacional que indicaría al mundo el éxito de sus reformas.

Este tipo de filosofía china recuerda un poco a la de las flotas chinas enviadas en el siglo XV a medio mundo. Al contrario que las flotas occidentales, las flotas chinas llevaban ricos presentes y su misión era la de hacer ver a los países donde arribaba, el gran poder del emperador. Buscar el respeto y a la vez ser respetados, admirados, incluso temidos. Pero ese tipo de temor que consiste en ser fuertes para defenderse y no en atacar para depredar, típico de los occidentales de los últimos cinco siglos.

Ahora tenemos el tema del Tibet, donde se suman manipulaciones mediáticas, intromisiones de servicios secretos, y monjes pacifistas no tan pacifistas, junto con la ocupación china que ya dura 50 años. No es que el Tibet fuera antes independiente, siempre ha sido un país vasallo de China, pero la diferencia es que mientras existía la corte del Hijo del Cielo, no había problemas para que ese vasallaje se circunscribiera a los gestos propios de un reino vasallo hacia otro. Pero con la revolución china y la revolución cultural, la presencia virtual y teórica china, ayudada por los tiempos modernos, se convierte en una presencia a muchos niveles difícil de ignorar. Resulta cuento menos complejo considerar la situación del Tibet, y mucho más si se hace desde la óptica occidental. Tibet y China no son Occidente, no comparten muchos de sus valores y lo que es más, no tienen porqué compartirlo. Fuera de lo que se comparte por presencia en organismos internacionales, China, con sus 1300 millones de habitantes y su cultura de 4.000 años, no tiene demasiado que aprender de la obtusa manera de ver las cosas en Occidente.

Ni los valores son los mismo ni el imperialismo chino, si es que existe, es el mismo, ni los valores de vida a defender son iguales. Tantas cosas nos diferencias a pesar de la era de la globalización y de la invasión china de inversiones, de la deslumbrante visión occidental de las formas de enriquecerse, que confieren cierto aire de adaptación a la cultura china.

Pero por encima de todo, y a pesar de que pareciera que en China ha triunfado el capitalismo, un capitalismo muy duro, no hemos de olvidar que la Asamblea del Pueblo y el PCCh siguen teniendo el poder desde una estructura jerárquica. Que se haya querido continuar con el sueño de Deng y buscar con devoción el reconocimiento mundial mediante la organización de unos juegos, unos juegos que desde la mentalidad china, China regala al mundo, como país capaz de lograr grandes logros, forma parte de una mentalidad completamente diferente.

Tan diferente de los juegos privatizados de Atlanta, aquel fiasco donde se mezclaban negocios y política local, la forma de llevar a un gran evento a la frivolización. Esos juegos si deberían haber sido boicoteados, nada podía corromper más el espíritu olímpico, pero no paso nada, porque quienes lo organizaban eran los del Imperio.

Ahora parece que algo buscan, al oponerse de forma tan clara a la organización de los juegos sin problemática. Quizás busquen la respuesta, una respuesta sociológica de enfrentamiento que permita al complejo industrial-militar seguir haciendo sus negocios. Buscar al enemigo, un nuevo enemigo y un poderoso enemigo, desde la óptica de la mentalidad occidental y sobretodo norteamericana de neuróticos enfermos. Desde luego que en China, en el interior de la China, no se va a entender.

Por eso mismo, porque la provocación está en la calle, en forma de intentar apagar la antorcha olímpica, por París o por San Francisco, algo que en la antigua Grecia y Roma hubiera supuesto la ejecución por impiedad, la respuesta China debería ser contundente. Si los juegos parten de la idea de Cubertain de renovar el espíritu olímpico y buscan cierto tradicionalismo en algunas formulaciones de ritos paganos, olvidados y que nadie se cree, (si existieran paganos deberían denunciarlo), los chinos harían bien en recordar que el evento consiste en una reunión deportiva de carácter mundial, y simplemente eso. Por lo tanto, China debería buscar sus propias alternativas a los ritos absurdos y ajenos completamente a su cultura, que rodean el marqueting del evento. Debería buscar sus propios ritos, crear una ceremonia de inauguración diferentes, sin antorchas. Si la quieren apagar que la apaguen. En Pekín no se la debería esperar, al fin y a la cabo es la tradición occidental, el rito occidental, el que los propios occidentales quieren mantener bajo control. Ahora no nos gustas porque eres feo, ya no te permitimos participar del juego. Pues muy bien, China, debería dar una respuesta contundente, buscar en sus propias tradiciones y sustituir algo tan absurdo y occidental como el fuego cuyo ritual no se cree nadie, más que los publicistas, por un nuevo rito diferente que rechace completamente los símbolos occidentales aunque mantenga el espíritu olímpico de reunión y competición

1 comentario:

Milongaceta dijo...

Totalmente de acuerdo. Hoy estaba pensando en terminos parecidos