viernes, 22 de agosto de 2008

Riesgos del modelo económico español. 1 Parte. Generalidades.


¿Crisis? ¿Qué crisis?. Los países en desarrollo siguen creciendo. China reducirá ligeramente sus exportaciones pero su crecimiento seguirá rozando el 10%. Rusia sigue batiendo record tras record en sus entradas de capitales y su superavit comercial. El mundo ya no crece a un 4,5% pero si lo hace por encima del 3,5%. Así que cuando hablamos de crisis, de crisis global, a qué crisis nos referimos.

Es evidente que hay una crisis y está golpeando a los países desarrollados. Y que lejos de frivolizar, el peligro está en el contagio global. Ya hace más de un año y medio, que los síntomas de relentización se hicieron evidentes en el sector inmobiliario norteamericano. El traslado posterior al sector financiero y todo fue armarla.

Pero el primer síntoma serio apareció en Mayo del 2006 o incluso unos pocos meses antes. Entonces ocurrieron dos cosas. Por una parte se puso sobre la mesa algún informe serio sobre los peligros de la relación inmobiliaria en USA con todo lo que viene detrás de subprimes, alt-a, y resto de productos de ingeniería financiera. Por otra, y mucho más importante, las tensiones en la deuda y en los bonos y los primeros síntomas de desconfianza en el dólar que llevaron a la bolsa durante un par de meses a una caída, la más seria (aunque no demasiado), desde la recuperación de la crisis de las punto.com.

Por lo tanto, lo primero que hay que constatar es que hay una especie de crisis global o mejor dicho, una crisis que afecta a los países desarrollados. Primero desde los problemas inmobiliarios que arrastra al sector financiero norteamericano que arrastra a su vez al sector financiero europeo. Se produce un colapso de confianza y por lo tanto se hunden los mercados de crédito interbancarios. Ya vimos las consecuencias en Northern Rock o en Bear Stearn. Pero los problemas asociados al dólar, al tipo de economía norteamericana, al exceso de deuda, al problema de los dos déficit USA y las burbujas de liquidez que se trasladas a los mercados de materias primas.

Por lo tanto ya tenemos dos cuestiones relacionadas con la crisis global. La primera relacionada con las cuestiones financieras y la segunda con el aumento de los costes de las materias primas globales. Y detrás de todo ello los problemas monetarios del dólar.

Para una economía como la española, la primera fase, la del contagio de las subprimes vía CDOs, parece que no ha afectado demasiado. Los bancos españoles bastante problema tenían buscando ahorro del exterior ante el boom de hipotecas en el país, como para comprar productos de fuera, por muy rentables que fueran. Todo lo contrario, aquí se iban construyendo las propias subprimes, no tan sofisticadas, quizás no de tanto riesgo, pero sí con grandes dudas a largo plazo. Y es que otorgar hipotecas a 40 años, con trabajo precario de baja remuneración, en momentos de euforia económica y bajos tipos de interés y hacerlo en mínimos de tipos sabiendo perfectamente que los ciclos existen y que los tipos ahogarían las cuotas de tipos variables, parece una insensatez digna de un crío de 8 años malcriado y mimado, consentido y al que se mal acostumbra dándole todo lo que pide.

Por lo tanto aquí, en España, al amparo de la entrada en el euro, de las burbujas globales y de los bajos tipos de interés, se ha vivido en la dinámica propia de una fiesta nacional de paella y sangría. Desarrollando dos sectores fáciles de mano de obra intensiva pero baja productividad como son la construcción y el turismo, junto con otros como el comercio o la industria agropecuaria. Si sumamos a ello el sector automobilístico tenemos un cuadro de la economía española.

El sector de la construcción construía al año 850.000 viviendas. Casi tantas como en USA con una población 8 veces mayor. Más que Alemania, Francia e Italia juntas con una población 5 veces mayor. ¿Y para qué tantas?. Al grito de la vivienda no puede bajar, el españolito medio se lanza a la especulación del ladrillo. Abastecido de crédito fácil, todo el mundo hace sus cuentas de la vieja, comprar a tal precio, pagar tanto de cuota, vender en un par de años, sacarse unos millones de las antiguas pesetas... Junto a ello otro aspecto no contemplado en los datos oficiales, la inmensa capacidad española para reciclar dinero negro a nivel internacional. De algo debe servir tener paraísos fiscales como Andorra o Gibraltar al lado. De algo debe servir ser la puerta de entrada de la droga latinoamericana a Europa o del hachís marroquí, o ser el santuario de descanso de las mafias rusas, inglesas o italianas. A golpe de ladrillo el sistema financiero se beneficia, las cajas fiscales de autonomías y ayuntamientos se benefician, hacienda se beneficia... Un gigantesco Pozi se va construyendo. Valga recordar que las necesidades de vivienda del país solo alcanzan a 200.000 viviendas anuales, a las que hay que añadir otras 50.000 para la inmigración reciente, aunque muchos no se lo puedan permitir. Junto a ello las ventas a jubiletas británicos y alemanes y las segundas residencias. Pero desde luego que todo ello no llega para cubrir ni la mitad. Por lo tanto se va formando un stock de viviendas que pueden alcanzar de 1,2 a 2 millones. Viviendas especulativas como los tulipanes holandeses del siglo XVII.

Todo ello ha afectado a la economía en varios aspectos. Entre la construcción directa y la industria que se dedicaba a acabados o complementos, desde cerámicas, sanitarios, calentadores, muebles.... es posible que se ocupe entre un 25 a un 30% del PIB. Si la construcción cae a un tercio como poco, es evidente que una buena parte de ese PIB debe caer. Aun en el caso de que los ceramistas puedan colocar parte de su producción en Bulgaria o Turkmenistán, toda la actividad se resentirá. La mano de obra sobrante (se habla de al menos 2 personas ocupadas por piso construido al año), reducirá a su vez su consumo y esto trasladará a otros sectores la falta de demanda.

Pero otro aspecto interesante es el efecto perverso del modelo utilizado. Mientras la economía española se dedicaba al ladrillo, no se dedicaba a otra cosa. No había inversión en otros sectores, el ahorro pasaba a la financiación del ladrillo, la mano de obra era ocupada por el ladrillo... incluso las empresas industriales podían cerrar y trasladarse gracias a los precios que obtenían por los suelos que ocupaban gracias al ladrillo. Un modelo orientado que ha olvidado buena parte de las energías (no todas por supuesto) hacia el ladrillo olvidándose de otros sectores. Por eso mismo me hizo reír las declaraciones de Solbes cuando digo que era el momento de que otros sectores como el industrial tomaran el relevo del ladrillo. Eso se podría haber hecho si se hubiera mimado el industrial, si se hubiera evitado apostarlo todo en un solo sector.

Pero no sólo es la cuestión de la crisis global con los aumentos de los precios globales, junto a las características ladrilleras y de sol y playa de la economía española, sino que además hay un tercer componente del puzzle de riesgos del modelo español. Ese tercer componente es la integración en la Europa del euro. Ni que decir tiene que al ritmo del déficit por cuenta corriente del 10% del PIB, ya hacía tiempo que España hubiera sido forzada a una crisis y a devaluar la peseta. Pero bajo el paraguas del euro eso no ha pasado, por lo que la fiesta ha continuado. Es como un borracho al que se le induce algún fármaco para que el cuerpo no reaccione contra el alcohol. En lugar de marearse, el borracho sigue bebiendo hasta que finalmente el efecto del fármaco decae y entra directamente en coma etílico.

Pues bien, el efecto del fármaco del euro está desapareciendo. Los equipos económicos de los gobiernos, primero con Rato (el que dijo aquello de que los ciclos se habían acabado), Montoro o con Solbes, no han tenido en cuenta las necesidades que comportaba asimilarse a la política económica del euro y a la política monetaria común, dominada por la economía alemana y del Norte de Europa.

Cuando hablamos de economía alemana debemos ser generosos. Se trata de todo un modelo integrado de toda la zona del Norte de Europa. Las empresas agrarias danesas trabajan para el mercado alemán. Austria también está coordinada con Alemania. Ni que decir tiene que las zonas de la Europa del Este, colonizadas por las multinacionales alemanas en los 90, también dependen del ritmo que se les marca desde Munich, Hamburgo o Dusseldorf. Lo mismo ocurre, aunque de otra manera, con las empresas del Norte de Francia, Benelux o Norte de Italia que o bien trabajan para empresas alemanas o bien para el mercado alemán. Al menos en una parte importante de las mismas. Digamos que las empresas alemanas exportan a todo el mundo tirando de la demanda de bienes de otros países europeos. Es una economía más o menos integrada.

La ventaja o desventaja de la misma es que si Alemania va mal, todos van más o menos mal. Y si va bien pues eso mismo. Por lo tanto no es ninguna tontería que el BCE mire a Alemania para concebir su política monetaria. Por supuesto que no va a mirar a las economías periféricas y poco acopladas a esa Europa del euro, es decir, a Irlanda, Portugal, España, Grecia, el sur de Italia... Y aun así existen empresas, sobretodo en las zonas industriales tradicionales de España, que si dependen de Alemania en pedidos. Por lo tanto, en la crisis actual tenemos dos problemas. Por una parte que las políticas monetarias del BCE son contrarias a los intereses del ladrillo. Mientras que la crisis del sector industrial o lo poco que queda de empresas exportadoras, también se ven condicionadas por la caída de la economía alemana inducida por la caída del consumo y las exportaciones a USA y otros países industrializados.

Durante los ocho años de Aznar y los 4 años de Solbes, no se ha hecho ningún tipo de planificación de largo plazo para asimilar la economía española a las políticas monetarias. No se puede mantener una economía en el área euro independiente de la economía alemana. Acompasar la economía española a los ciclos alemanes sabiendo como es evidente que la política monetaria global se jugaría en función de estos ciclos, no sólo era algo prudente sino necesario. Todo lo contrario, tanto Rato como Solbes decidieron ignorar completamente estos aspectos de planificación a largo plazo. Ya se sabe que para un político lo único es pensar a menos de cuatro años, lo demás no es rentable políticamente. El resultado es que el BCE realiza la política que debe hacer, la contraria a la que España necesitaría.

No hay comentarios: